El Negro Libro del Horror by Curtis Garland

El Negro Libro del Horror by Curtis Garland

autor:Curtis Garland [Garland, Curtis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1975-07-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO IV

EL ÚLTIMO CORNWALL-LLOYD

Cornwall Manor.

Acres y acres de prados, de setos, de arboledas, de lomas salpicadas de arbustos y flores silvestres. Una edificación central realmente soberbia, rodeada de prados y jardines. Cobertizos, caballerizas, instalaciones. Y la abadía…

Recorrieron todo eso en carruaje, excepto la abadía, que Cavendish contempló como fascinado, desde la distancia, recortándose solitaria en la suave loma, junto al árbol sarmentoso.

Luego, se encontraron en Cornwall Manor. Delante de un hombre llamado Nathaniel Flanders, administrador y tutor del último miembro de la familia. Era el momento de empezar a pensar seriamente en la compra.

—Caballeros, bienvenidos a Cornwall Manor. Espero que, de esta reunión, salga un nuevo propietario para las tierras de más raigambre de todo Whitby —fue su saludo de presentación ante ellos—. Su precio y condiciones le parecerán, realmente, ventajosas y muy inferiores a cuanto imaginó.

—Eso espero —habló Cavendish, cortés, sin comprometerse—. No se hace un viaje desde Londres a aquí, para dar una negativa precipitada o para comprar a ciegas algo de valor. De modo que usted tiene la palabra, señor Flanders.

—Sí, por supuesto —sonrió gravemente el hombre de Cornwall Manor—. Y espero que sea todo lo persuasiva que es de desear en bien de todos… Por favor, síganme. Hablaremos del negocio de la venta de estas propiedades, ahora que la persona propietaria de esta hacienda puede, cuando menos, saludarles, aunque sólo sea por breves minutos, ya que su estado de salud no permite que sufra excitaciones ni pruebas demasiado serias para su situación actual. Creo les habrán dicho que su dolencia es exactamente…

—¿Mental? —sugirió Cavendish, ante el repentino silencio de su interlocutor.

—Pues… sí. Exactamente. Mental. Para ser sinceros, caballeros…, padece un avanzado estado demencial que…

Se detuvo. Por la casa toda, se extendieron las notas graves, profundas, de un clavicordio pulsado con sensibilidad y energía. La música de Bach hizo vibrar los viejos muros de Cornwall Manor. Byrne y Cavendish se miraron un instante.

—¿Es…? —preguntó roncamente Cavendish, con gesto significativo.

—Sí —afirmó con amargura Nathaniel Flanders—. ¿Comprenden ahora? Luego, llegan momentos de gran excitación. Y hay que recurrir a las drogas, a las medicinas inyectadas, para calmar su estado, para evitar la crisis…

—Y no existe ningún otro miembro de la familia… —señaló Byrne, pensativo.

—Ninguno —confirmó Flanders—. Solamente queda ya un miembro.

—Comprendo. ¿Muy joven…? —indagó Cavendish.

—Mucho —suspiró Flanders—. Exactamente… serán veintiún años el próximo mes.

—Veintiuno… —Desmond Byrne giró su rostro con repentina sorpresa hacia el administrador de Cornwall Manor—. Vaya… Eso significa mayoría de edad en muy breve plazo…

—Sí. —Flanders pestañeó, con rostro inescrutable—. Todo esto es penoso, pero debemos hacerlo, puesto que no existen medios económicos para financiar su curación, y eso es lo más importante de todo.

—Sí, comprendo… —Cavendish sacudió la cabeza—. Pobre muchacho…

—¿Muchacho? —Flanders le miró asombrado. Luego, sacudió negativamente la cabeza—. No, no. Cometen un error. El último miembro de los Cornwall-Lloyd… es… es una mujer.

* * *

—Una mujer…

—Sí. Vanessa Cornwall-Lloyd. La hija de Henry, nieta del viejo Christopher Cornwall-Lloyd… Ella es. Ahí la tienen…

Las teclas del clavicordio parecían palpitar bajo sus dedos sensitivos. Ahora era



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